14 de julio de 2010

El Mundial no es de Fútbol




No hay nada como la emoción de un Mundial de Fútbol. Ese sentimiento tan rico en que todos somos uno. Un mes cada cuatro años en el que no importan las diferencias, solo el color de la camisa. Un momento en que nos olvidamos de la política y los problemas de la vida diaria y nuestro mundo se convierte en un balón.

Mi primer recuerdo de un Mundial fue el del año 1994. Ese mes del fue uno muy particular en nuestras vidas, pues eran nuestras pequeñas vacaciones antes de irnos a vivir a la India. El Mundial fue la excusa perfecta para compartir con la familia antes de tener que irnos al otro lado del mundo. Mi recuerdo más grande fue, por supuesto, la sufrida final. Evidentemente fue una final memorable para todos los que siguen el deporte, pero en mi familia generó una ‘discordia’ muy particular. Vengo de una familia originalmente italiana, por lo cual es lógico pensar que estábamos ligando que Italia se declarara campeón. La verdad, no fue así. La mitad de la familia le iba a Italia, y la otra mitad a Brasil. Yo tenía (y aún tengo) la excusa perfecta para seguir el
jogo bonito pues nací en Brasil. Sin embargo, ese no era el caso de ninguna otra persona más, cosa que causaba rabia en la otra mitad de la familia. Recuerdo perfecto estar todos sentados frente al televisor en casa de la Nonna de mi papá. Cada quien vestido en sus respectivos colores y gritando como si los equipos dependieran de nosotros para anotar un gol. Está demás decir que para el final del partido el chalequeo y la cizaña se ponían cada vez más pesados y hubo más de un familiar molesto que se paro y se fue para otro lugar sin mirar atrás. Hoy en día pienso que realmente fue una final especial, no porque fuera de Brasil-Italia, sino porque nos dió la oportunidad de compartir en familia a todos. Incluyendo a tíos abuelos y primos segundos a los que el tiempo y la vida nos ha llevado por otros caminos. Poco tiempo después de ese partido estaríamos montándonos en uno de varios aviones que nos llevarían a New Delhi.

Partido Italia - Francia

Entre mundial y mundial la vida nos llevó del timbo al tambo, y ya para el ’98, estábamos viviendo de nuevo en nuestra adorada Caracas. Para ese momento el fanatismo por el deporte nos llevó a París donde tuvimos la oportunidad de presenciar y sentir lo que es un Mundial en vivo. Si recuerdan haber visto alguna bandera de Venezuela en el partido Francia - Italia, probablemente era la mia. No podíamos dejar de hacerle honor a esa tradición tan venezolana como es la de tener una bandera de nuestro país en cualquier estadio, partido o deporte en el mundo. La emoción que sentímos al entrar al Stade de France fue indescriptible, sin embargo, nada pudo superar escuchar el himno de Francia sonando a todo volumen. Ojo. Yo no soy francesa, ni le iba a Francia, pero rodáte tú de miles de franceses cantando su himno emocionados a todo pulmón, y dime si no te emociona. Nos gozamos varios juegos cargando nuestra banderota, la cual la gente miraba con curiosidad. Lamentándolo mucho, la compañía que nos vendió el paquete con las entradas se aprovechó de que Francia había llegado a la final y nunca nos entregaron nuestras entradas. Meses después nos pagaron el paquete completo como compensación...así sería lo que le ganaron a las entradas de la final revendidas. Ese juego lo vimos unas 50 personas en el lobby del hotel a través de un pequeño televisor. A pesar de nuestros gritos, Taffarel no logró parar los goles y Francia se convirtió en el vencedor. Seguramente hubo una centena de personas que en ese momento salieron a celebrar eufóricos a Las Mercedes en Caracas.


Final España - Holanda 2010

Un Mundial realmente se convierte en un evento deportivo único. Nos creemos españoles, portugueses, italianos, brasileros. Creemos que sabemos más que el técnico y criticamos sus decisiones. Peleamos contra los delanteros por no chutar como era (como si fuese tan fácil). Pasamos horas pegando barajitas en nuestros álbumes Panini esperando ser el primero de nuestros amigos en llenarlo. Pero la verdad es que el Mundial de lo que menos se trata es del fútbol. Sí, por supuesto, todos estamos viendo el deporte, rezándole al Pulpo Paul a ver si nuestro equipo favorito mete un gol y pasa a la siguiente ronda. Pero a la hora de la chiquita, el Mundial se trata sobre familia y amigos. Se trata sobre sentarse a ver un partido junto a las personas que más queremos y pelear por sobre si fue o no fue offside. Se trata sobre sacarnos los unos a los otros tarjetas amarillas. Se trata sobre abrazarnos cuando hay un gol. Se trata sobre soñar en el día en que escuchemos el Gloria al Bravo Pueblo en un partido junto a nuestros mejores amigos, llorando como niños. Un Mundial se trata sobre, comer, tomar y vivir. Se trata sobre compartir.

1 comentario:

  1. me imagino le emocion que sentiste, la marsellesa e suno de los himnos mas arrechos del mundo, como buen himno de guerra, hahaha besos

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